A Queralt Casas (Bescanó, Girona; 1992) le temblaban las piernas cada vez que iba al tiro libre la temporada pasada. Se colocaba en la línea, botaba el balón y escuchaba un molesto runrún en el pabellón de la Fuente de San Luis. Luego lanzaba y a veces no tocaba ni el aro. Cada vez que iba a tirar, le llegaba el cuchicheo de la afición del Valencia Basket, su afición. Tan recurrente era esto, falta, fallo, ruido, que decidió no forzar las faltas personales para no tener que tirar. Un día, muy cerca ya de tocar fondo, estaba en el banquillo y suplicó a Rubén Burgos que no la sacara a jugar. Tenía pánico.